ACTA FINAL DEL VIII CONCURSO LITERARIO ARSENIO ESCOLAR

Los premios se entregarán el dia 20 de agosto de 2022 en el salón

del Ayuntamiento de Torresandino a las 19:30

(RELATOS)    45 PARTICIPANTES

GANADOR: ALFAJARIN

SEUDÓNIMO: EMUL P. EDMON

NOMBRE: JUAN L. RINCÓN ARES.

PRIMER ACCÉSIT: DAMA ISABEL

SEUDÓNIMO: EL QUINCALLERO

NOMBRE: JOSE IGNACIO TAMAYO PEREZ

SEGUNDO ACCÉSIT (1):  EL STUDEBAKER

SEUDÓNIMO: ZAPARDIEL

NOMBRE: PATROCINIO GIL SANCHEZ

SEGUNDO ACCÉSIT (2):   LA HERENCIA DE LOS LIBROS

SEUDÓNIMO: LA MARIPOSA AZUL

NOMBRE: VANESA GONZALEZ VILLAR

PREMIO LOCAL: ULTIMA VOLUNTAD DE AMOR

SEUDÓNIMO: TOLOCHI

NOMBRE: TEODORO ALVAREZ ANGULO

Presencial

Categoría Juvenil: Solo se presentaron dos participantes

Ganadora: Lucia Escolar Araúzo

Edad 12 años

Titulo: La familia perfecta

Finalista: Irene Araúzo Fernández

Edad 12 años

Titulo: Mi madre Stacy

Categoria infantil: 12 participantes

 Ganadora: Laura Perez Álvarez

Edad 10 años

Título: La gran derrota

Finalista 1: Sara Escolar Araúzo

Edad 10 años

Título: Una aventura en la Andiable

Finalista 2: Sara Val Cora

Edad 10 años

Título: Problemas en la fiesta del Carmen

Finalista 3: Asier Garmón García

Edad 10 años

Título: Rocket

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                                                        ALFAJARIN

           Por Emul P. Edmon

                                                Solo voy con mi pena,

                                                sola va mi condena…

                                                (“Clandestino”. Manu Chao)

La veo llegar por el carril de desaceleración de la autovía. Rota, lenta, herida. Las cuatro de la tarde. Jadea como si le fuera la vida en ello. Quizás le va. Da aldabonazos mudos en el aire ardiente de Los Monegros con medio metro de lengua blanca. Cojea dolorosamente de las patas delanteras. Sangra y deja un rastro leve de huellas rojas e incompletas. Quizás tenga la derecha rota. Se detiene con frecuencia a lamérsela. Se cuela entre los setos y se recuesta en la sombra entre dos camiones cerca de mi escondite. Ha tenido suerte. No es fácil sortear el laberinto de las carreteras y llegar hasta aquí. Quizás las heridas sean de algún golpe en el trayecto. Recuerdo que por la mañana la vi aquí con una familia. Me llamó la atención. Un collar rojigualda sobre su lana de puro blanco. Hasta envidié cómo jugaba con una niña de coletas. No será la primera que abandonan en el arcén o arrojan en marcha. ¿Llorará aún la niña? ¿La recordará mucho tiempo? ¿Me recuerda alguien a mí todavía? Se esconde acharada por el calor y los dolores. Pero está alerta. Un clandestino tiene los sentidos más alerta que las personas que viven en la luz. Detecta con más rapidez a los suyos. Y los peligros. La perra lo habrá aprendido todo en una mañana. La caída o los golpes han pintado un archipiélago con asfalto y sangre por todo su costado derecho. Y estará confusa, muy confusa. El aparcamiento, el restaurante, la gasolinera que hasta hace unos minutos han estado rebosantes de una marea humana, diversa, ruidosa y sucia, se han vaciado de golpe, en apenas diez minutos. Tras estirar las piernas y husmear inútilmente buscando algo de comer entre los restos de las mesas de fuera, me he retirado prudente a la trasera de uno de los cobertizos. Mi presencia cochambrosa puede pasar

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desapercibida entre la muchedumbre que se agita pero cuando la gente sube a los autobuses, yo quedo expuesto. Si encuentro dónde echarme y dormir un rato, la espera será más llevadera. Con la oscuridad seguiré el camino al sur con mayor seguridad. Nadie me busca pero parece que le sobro a todo el mundo. Ahora sólo se escuchan los camiones que pasan en dirección a Barcelona o los autobuses y turismos que vuelven a Madrid. Yo ni voy ni vuelvo a ningún sitio. Solo sobrevivo. El vigilante ha recogido las mesas de manera rápida y somera. Escuadrones de moscas cansinas dan fe de su escasa pulcritud. Apenas se levantan cuando recoge. Hace calor, mucho calor, para andarse con faenas minuciosas. Se refugió pronto en el hall del restaurante y se enganchó a la crónica de los deportes. Ha tenido suerte la perrilla de que él estuviera dentro cuando ella apareció. El camarero alto mira por los cristales hacia aquí. Creo que nos ha visto. Yo llegué caminando en la oscuridad por el mismo arcén apenas unas horas antes pero me retiro a mi escondite cuando menudea la afluencia a la espera de los momentos de bullicio. Tengo mucho tiempo para pensar y para rezar. He salido de las tierras catalanas unos días atrás. La faena aún escasea. No sé por qué voy ahora hacia Zaragoza. Sueños. Quizás allí encuentre unos días sin sobresaltos. Difícil. De entre los camiones cercanos me llega de repente un alboroto que no le pasaría desapercibido al guarda de estar fuera. La perra se ha levantado y se desespera intentando abrir con la pata sana una botella que alguien ha dejado abandonada en el suelo. Ve el agua agitarse dentro del plástico y la manosea ansiosa, la lengua seca. Para nada. Regatea con el envase rebelde hasta casi el centro del aparcamiento, cegada por la sed. Se está acercando a una zona peligrosa. Temo que empiece a ladrar de un

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momento a otro. Nos puede delatar a los dos. Un nuevo golpe de fortuna esconde la botella juguetona debajo de una furgoneta pegada a mi guarida. El camarero está mirando otra vez hacia el patio. Intento acercarme sorteando la visual de las ventanas del restaurante para tranquilizarla pero se aleja al verme llegar agachado, parapetado entre los coches. No estoy seguro que entienda mi intención pero debo probar. Me detengo tras ella, unos metros más allá. Al verme tan cerca, ladea curiosa la cabeza, parpadea y se lame la trufa varias veces. Gruñe cuando acerco la mano la botella. Son avisos, me enseñó alguien. Nunca tuve perros. Retiro el brazo y espero. Una furgoneta de reparto cruza veloz el aparcamiento y se detiene muy cerca de donde estamos. Eso me obliga a acercarme a la perra todavía un poco más. Se rebulle inquieta. Cuando el repartidor se pierde en dirección al hotel anexo saco mi navajita, tomo la botella y, lentamente, rebano un poco más abajo de la mitad haciendo equilibrios para no derramar su contenido. Me mira curiosa y desconfiada pero me deja hacer. Jadea aparatosa e intermitente. También tengo sed. Tomo un trago. El agua parece té de nada. Escupo el sorbo caliente y dejo el culo de la botella cerca del animal. Se ha incorporado y no me quita los ojos de encima. Se relame una y otra vez y chupa del pequeño charco con las gotas del agua que yo acabo de escupir. Tiene la lengua tan seca que me parece oír cómo le raspa el hocico. Retrocedo unos pasos pero le pesa más la desconfianza que la sed. No se acerca al bebedero que aún conserva las manchas de sangre de sus patas. De repente, un convoy de cuatro o cinco autobuses irrumpe en el aparcamiento. Mientras observo como los autocares aparcan y empiezan a vomitar su

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arcada humana, oigo como unos lengüetazos ansiosos empiezan a dar cuenta de la botella. Cuando me vuelvo y la miro, se detiene y hace gesto de escapar. Finalmente se relame y sigue bebiendo hasta dejar seco el abrevadero improvisado. No hay más. Mínimamente repuesta se tumba a lamerse la parte dolorida. Ya no sangra. Está toda magullada pero no parece nada importante. Se levanta al rato, primero lentamente y luego de un modo más vivo, empieza a recorrer toda la fila de turismos que nace en el lugar donde nos guarecemos. Llega hasta cada puerta, olisquea afanosa las puertas y las ruedas. Parece ir descartando por desconocidos todos los olores. Quizás busca el rastro de la niña de las coletas. No lo encuentra. No va más allá. Vuelve y se tumba cerca otra vez sobre la mancha de saliva y sangre que dejó antes. Me mira y pega la cabeza al suelo pero no cierra sus ojos negros. Y tristes. Parece suspirar. Creo ver una figura con dos coletas en sus pupilas. Hace calor. Alucino. Salgo de mi escondite por tercera vez desde que llegué por la mañana. Debo elegir bien los momentos. La perra se ha rebullido queriendo quizás seguirme pero he levantado el dedo dando una orden y la he vuelto a sentar. He sonreído por primera vez. No me sabía con ese don. Avanza la tarde. Los autobuses siguen entrando. Es fácil camuflarse entre excursionistas de tantas procedencias y edades. Desde que tomé el agua caliente, llevo bastante rato con retortijones pero no he atrevido a salir. Ahora puedo aprovechar el bullicio para ir al baño. Basta con hacerme invisible y evitar al personal del restaurante. En eso ya tengo experiencia. Guardo mi mochila bajo unas cajas y tras repasar mi aspecto, como si fuera un turista más, me incorporo a la marea que busca los lavabos. En la ciudad es más fácil pasar desapercibido. Aquí soy único, extraño.

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El vigilante está en la otra parte del establecimiento, distraído. Puedo ver como guasea a la limpiadora, una chica pelirroja con cara de agobio que protesta desbordada por una nueva e imprevista hornada de viajeros. Ella no tiene cara de bromear. No alcanzo a leer su nombre. El lleva un número en la chapa de identificación. A los dos les pagarán poco y mal, lo sé, pero a ella menos. Eso dice ella. Yo evito pasar cerca de ellos y de los camareros. Mal se me ha puesto la vida cuando hasta para cagar tengo que colarme o fingir. Percibo el gesto de desagrado de varios viajeros al acercarse a ellos en los urinarios. Lo entiendo. Mi olor a cochambre se debe superponer a la fragancia a desinfectante. Llevo muchos días sin poderme lavar. Me inquieta que alguien vaya con el cante al guardia de la puerta o se queje a algún camarero y vengan a por mí. Me ha pasado decenas de veces cuando busco los lavabos o algún rato de descanso en alguna estación o por las zonas comunes de algún centro comercial. Termino con excesiva frecuencia durmiendo en los calabozos de alguna comisaria. Sin más. En ocasiones me dan la cena y el desayuno antes de dejarme en alguna carretera de los límites de cualquier ciudad con la recomendación de no vuelva por allí. Nunca he vuelto por ningún sitio. Aún no soy demasiado veterano en el vagabundeo. Al salir de los lavabos, el vigilante ya no está al pie de la escalera. Ha salido a hacer una ronda entre las mesas exteriores donde enjambres de viajeros compulsivos, como si llevaran días sin comer, reponen fuerzas a base de enormes bocadillos y fiambreras mágicas que sacan de sus bolsos. En el fondo de mi mochila sólo hay una camiseta sucia y una botella de agua que acabo de rellenar abajo, en los grifos de los lavabos. Y un libro de tapas negras que alguien abandonó, como a la

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perra, en las mesas de fuera de una cafetería en la estación de Sants. “Malasanta”, la protagonista lo pasó peor que yo. Me cuesta leer pero aprendo poco a poco. Estuve unos días en una escuela de mayores de Granada. Ahora tengo tiempo. Y hambre. Por la ventana puedo ver como la perra asoma miedosa la cabeza entre dos coches mirando ansiosa hacia las mesas. Le llegan olores muy sugerentes. La soledad, los calambres del dolor y el hambre se mezclan en su estómago y se remueve inquieta entre los setos. “¡Quieta ahí!” le grito con el pensamiento. Otro don desconocido. Parece oírme porque vuelve a esconderse tras un turismo con matrícula azul. Yo comienzo a dar un rodeo hasta la puerta de atrás para evitar al guardián. Al pasar, se me van los ojos tras los platos. Tengo hambre. Una pareja de ancianos se levanta del lugar donde han almorzado o merendado. Creo que son franceses. Chapurreo su idioma. Ella se dirige lentamente hacia las escaleras de los servicios y él camina cachazudo hasta la puerta del restaurante. En el porche, tras bajar los cuatro escalones, enciende un cigarrillo y pregunta algo al de seguridad. En la mesa que dejan, una botella de agua casi completa y dos bocadillos sin rematar quedan abandonados sobre las bandejas de autoservicio. Me rebela la idea de que la limpiadora limpie la mesa y los tire a la basura. Dudo pero el hambre vence a la prudencia. Me siento en la mesa con parsimonia, disimulando como si me acabara de volver a ella tras regresar del baño y empiezo a dar cuenta del primer trozo. Es de tortilla de patatas y me sabe a gloria. En los últimos días he estado evitando los pueblos y solo he comido algunos tomates rapiñados en huertas cercanas al río. Zaragoza aún está lejos y las manzanas todavía están verdes y me dan dolores de barriga. Me pongo un generoso vaso de agua. El vidrio está manchado por el carmín

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de ella. No importa. Basta con beber por el lado contrario. El agua de la botella que han dejado está aún fresca. La de mi bolsa está natural. Temo que el francés vuelva por ella cuando acabe el cigarrillo pero ya no está en la puerta. El bocadillo que queda en la otra bandeja es de carne con pimientos. Aún estoy hambriento pero, solidaridad de miserables, cuando le voy a dar el primer mordisco recuerdo a la perra. Me parece encontrar su mirada. Seguro que tarda poco en salir de su escondite y caminar hacia las mesas para aliviar su gusa. El vigilante sigue su ronda. La verá y... Envuelvo el resto con una servilleta y lo escondo en mi buchaca. La limpiadora, Raquel se llama, pasa a mi lado y me ve pero no dice nada. Le sonrío. La labradora devora con ansiedad el bocata en cuanto puedo acercarme a su lado y ponerlo en el suelo. Toda su desconfianza se evapora a la vista de la carne. Se come hasta los restos de servilleta manchada de grasa. Yo me he sentado entre los setos que separan el área de servicio y los secarrales cercanos, cerca de su escondite. Tras el almuerzo ha venido hacia mí cojeando. Le ofrezco mis manos en señal de amistad y las mira agotando su recelo. Finalmente, se decide y las relame buscando más alimento. Me mira y se acuesta junto a mí. Hermandad de miserables. Me siento extraño, nadie suele mirarme así. Son las siete de la tarde y sigue apretando el sol. Un par de horas después todo pasa como en un tráiler frenético. El aparcamiento está casi vacío. No hay autobuses haciendo parada y el sol cae allá por donde intuyo deben estar las torres del Pilar. Empieza a anochecer. Un automóvil se detiene justo en la puerta del restaurante. La pareja de franceses se apea de él con cómica presura. Por los cristales, puedo ver cómo se dirigen al único camarero, el chico alto, que sigue preparando el mostrador entre turnos. El chaval, tras escuchar una

larga explicación, sale de la barra y vuelve con el guardia de seguridad que ya se cambiaba para volver a su casa. La limpiadora aún está con la faena de preparar los baños para la noche y la madrugada que serán movidas. Ella, que dobla turno, también es requerida por el de seguridad. Los franceses explican con señas y un español horrible la historia de los bocadillos y creen haber olvidado algo importante sobre la mesa. Su bolso de mano. Cuando se han dado cuenta de que le faltaba con el dinero y los documentos de identidad ya estaban casi en el peaje de la salida para Lleida y han tenido que dar la vuelta. La limpiadora, Raquel se llama, recuerda haberme visto sentado en aquella mesa y recuerda que guardé algo en mi bolsa. Todo eso lo he sabido después, en la comisaria. Yo intento descifrar la escena. La perra no se ha movido de mi lado. Ha intentado incorporarse un par de veces pero gime al posar la pata. Le he puesto agua al lado usando el viejo bebedero. La acaricio y ni se cosca. Tiene el hocico seco. Creo que se ha dormido agotada. ¿Sueñan las perras abandonadas con sus gentes? Un coche patrulla de la Policía llega al área de servicio. Lleva las luces apagadas. Sus dos ocupantes se unen al corro y escuchan de nuevo las disquisiciones. Raquel señala con el dedo hacia el lugar dónde me escondo. Me han descubierto. Solidaridad entre miserables, una cosa es proteger a un vagabundo hambriento y otra enfrentarse a un despido por callar o por... Ella y el camarero me han seguido con la vista desde que salí del restaurante. Saben que sigo allí. Yo valoro salir corriendo de allí pero no vale la pena. Además puedo poner nerviosa a la perra y ponerse a gruñir. Sería malo para ella. A algunos animales les han disparado por menos. Bueno, a algunas personas también. Cuando los policías me

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gritan y enfocan con la linterna - “¡Salga de ahí, por favor!” “¡Sin tonterías!”- desde el centro de aparcamiento, me levanto, cojo mis cosas, y voy hacia ellos. La perra sigue durmiendo. Mi español es malo pero les entiendo. Callado puedo parecer de aquí, soy muy claro de piel. Demasiado blanco para andar entre morenos, siempre me ha pasado. Para bien y para mal. Pero en cuanto abro la boca, mi acento me delata y les cambia el gesto. “¡Papeles!”, me exige en voz demasiado alta uno de ellos. No tengo papeles. Me los robaron hace mucho y no he intentado… Niego con la cabeza. Me colocan en el centro del corro. La pareja, los policías, el guardia de seguridad, el camarero… Todos me miran con desconfianza y me preguntan a la vez. No sé qué decir, a quién contestar. Preguntan por el bolso de los turistas. Yo no digo nada pero les entrego mi mochila. El policía más joven se pone guantes y la vuelca sin ningún cuidado en una de las mesas antes que el camarero pueda esbozar una tímida protesta higiénica. Manosea la camiseta sucia, da la vuelta a la mochila y sacude el libro por si cae algo. Rutina. No hay más. El otro agente, el mayor, me coloca frente a una señal de tráfico y me cachea minuciosamente. Una navaja pequeña, casi de juguete, pringosa de tomate y unos céntimos. No hay nada más. ¿Qué va a haber? Siguen preguntando y yo continúo tan confundido que solo acierto a decir palabras sueltas. “No… “Yo…” “Si…” La camarera llega con una bolsa de basura y la vierte también sobre la mesa ante la desesperación del camarero. “Es de la papelera que hay junto a la mesa que les he dicho”, dice ella esquivando mi mirada. “Está todo ahí, el bolso y la cartera… creo.” añade preocupada. “¿Cómo lo sabe?”, pienso confuso. Sí. Allí está casi todo. El bolsito con los documentos por un lado y la cartera por otro. Falta el dinero. Quinientos euros dice el francés. “¿Dónde está el dinero, moro

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mierda?”, me escupe el guardia de seguridad dándome un empujón que me lanza contra la pareja. Raquel se interpone para mi sorpresa: “Déjalo, Manolo, igual no ha sido él…”. “Tout va bien, ne se passe rien, tout va bien”, intentan mediar los franceses. No van a denunciar, sólo quieren seguir su viaje de regreso. El guardia intenta convencerlos para que lo hagan. El encargado del bar tampoco quiere líos. Los policías deciden llevarme a Zaragoza para “hacer diligencias”. Me van a ahorrar una caminata. Intuyo que también ellos piensan que no he tenido mucho que ver. Algo sé del lenguaje corporal de la policía. Ni siquiera me esposan al meterme en el coche. Pero no puedo dejar de pensar en la perra. Mientras discuten entre ellos y se disculpan ante la pareja francesa, Raquel me habla quedamente. “Lo siento”, se excusa intuyendo que sospecho. “Mi trabajo, el dinero, los niños…”, insiste. “Tout va bien, ne se passe rien,” bromeo con ella haciendo muecas con la cara, “No mi van a hacer nada, no te priocupes…”. Ella pide ahora a la policía que espere, corre hasta el bar y me trae de regreso una bolsa con un bocadillo - “…de tortilla de patatas, creo que te gusta…” - y una botella de agua. Le sonrío. “Salam”. “Cuidaré a tu perro” me susurra en un descuido mirando hacia los setos. “Es perra”, matizo yo. “¡La pobre! Entonces con más…”, dice ella. No alcanzo a entender. Cuando el zeta abandona el área de servicios de Alfajarín vuelve a ser noche cerrada. Llega una nueva hornada de autobuses. A lo lejos, creo ver como Raquel con una botella de agua de las grandes entre las manos se agacha entre los setos donde quedó la perra dormida. Solidaridad de miserables, sonrío otra vez. Quiero pensar que volveré a verla. Y a la perrilla también. ¡Insha'Allah!

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BASES DEL VIII CONCURSO LITERARIO INFANTIL Y JUVENIL

VIII CONCURSO LITERARIO INFANTIL Y JUVENIL, “ARSENIO ESCOLAR”

La Asociación Literaria Esguevanía, que desea fomentar entre los niños y jóvenes los valores literarios y promover el lenguaje escrito como medio de creación y comunicación, convoca su VIII concurso literario infantil y juvenil, abierto a la participación de cuantos deseen inscribirse conforme a estas bases. El concurso llevará el nombre de Arsenio Escolar, periodista y escritor de Torresandino, que colabora desinteresadamente con la Asociación en la convocatoria y organización del evento.

BASES

1. Podrán participar en el concurso todos los niños y jóvenes que lo deseen, con un límite de edad de 18 años.

2. El concurso cuenta con dos categorías. A, para concursantes de hasta 12 años. B, para concursantes comprendidos entre 12 y 18 años. En ambas habrá un ganador y dos finalistas

3. El concurso es presencial y se celebrara en el Salón Cultural del Ayuntamiento de Torresandino, el sábado 30 de Julio de 11,30 a 13,30 horas

4. Las inscripciones podrán hacerse hasta las 11,15 horas, del mismo sábado 30 presencialmente, o al correo del concurso literario, concursoaet@gmail.com

5. El jurado, que estará formado por Arsenio Escolar y dos miembros de la Junta directiva de la Asociación, fijará a las 11,30 horas a todos los concursantes el tema o los temas de que habrán de tratar los trabajos.

6. Todos los concursantes tendrán dos horas para elaborar sus trabajos, desde las 11,30 hasta las 13,30 horas. La organización les facilitara folios para que presenten sus trabajos en ellos. Además del texto literario, los concursantes podrán incluir dibujos, ilustraciones o gráficos.

7. El jurado recogerá a las 13,30 horas todos los trabajos y elaborará un listado oficial de participantes, todos los cuales tendrán derecho al diploma acredi tativo de su participación.

8. El fallo del jurado y la entrega de los premios al ganador y a los dos finalistas de cada categoría, así como la entrega de diplomas de todos los participan tes, se celebrarán el sábado 20 de agosto, en el Salón Cultural del Ayuntamiento.

9. El ganador de cada categoría recibirá una placa conmemorativa, un regalo y un lote de libros. Los finalistas de cada categoría recibirán un diploma acreditativo y un lote de libros. Todos los participantes que hayan completado el Sábado 30 sus trabajos recibirán diploma acreditativo y lote de libros.

10. El jurado valorara la calidad, creatividad y originalidad de los trabajos.

 TORRESANDINO JULIO DE 202

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   PERIODO DE RECEPCIÓN DE RELATOS 

   El sábado 2 de abril de 2022 se abre el periodo de recepción de Relatos y el 1  de junio de 2022 se cierra el plazo.  

                 BASES DEL VIII CONCURSO LITERARIO ARSENIO ESCOLAR                                             EN LA MODALIDAD DE RELATOS

El comité organizador del VIII concurso literario, Arsenio Escolar, con domicilio en Torresandino, hace público la convocatoria del certamen en la modalidad de relatos. las bases son las siguientes:

1. Pueden participar todas las personas que lo deseen, cualquiera que sea su nacionalidad, siempre que presenten Relatos en lengua española, originales e inéditos, no publicados en ningún tipo de formato ni total ni parcialmente (incluido Internet), no premiados o pendientes de fallo en otros concursos, o a la espera de respuesta en un proceso editorial. El incumplimiento de esta primera base descalifica automáticamente al participante.

2. El tema será libre.

3. El original deberá estar mecanografiado a doble espacio, utilizando un tipo Arial, Times New Róman o similares, a 12 puntos.

4. El original de la obra se presentará únicamente en formato digital. El trabajo deberá ser enviado a la dirección electrónica: concursoaet@gmail.com

5. En el asunto del mail se especificará: “Para el VIII Certamen Arsenio Escolar”. Se enviarán en el mismo correo dos archivos adjuntos en formato PDF:

a) En un archivo que será denominado con el TÍTULO DE LA OBRA en mayúsculas, se enviará la misma bajo seudónimo. · En el inicio de la primera página se colocará el NOMBRE DE LA OBRA y en la línea siguiente el SEUDÓNIMO, seguido del texto. · No se aceptarán envíos que incluyan, dibujos, fotos, links externos o cualquier otro tipo de adorno ajeno al propio texto.

b) En otro archivo que será denominado con el TÌTULO DE LA OBRA – PLICA en mayúsculas, se enviarán los siguientes datos personales:

. Título de la obra

. Seudónimo

. Nombre(s) y apellido(s)

. Año, ciudad y país de nacimiento

. Dirección del domicilio completa, incluido el país

. Teléfono(s)

. Correo electrónico

. Breve currículo literario. Incluido el currículum, los datos personales no deberán sobrepasar una página.

c) Como los datos resultan esenciales, entre más razones, a la hora de informar a los reconocidos por el Concurso, si de inicio no son enviados completos, no será aceptada esa participación.

6. Características formales:

a. La obra tendrá una extensión máxima de 10 páginas.

b. No se aceptará un conjunto de cuentos breves

c. Las páginas estarán debidamente numeradas. Sin faltas de ortografía.

d. El incumplimiento de estas reglas implicará la automática descalificación.

e. Solo se acepta un trabajo por autor

7. Se adjudicará un primer premio al mejor relato, dos accésits y un premio especial al mejor relato de los concursantes locales*, entendiéndose como tal, los procedentes de Torresandino, Valle del Esgueva y Ribera del Duero burgalesa. Para tener derecho a este premio, los concursantes deberán postularse para esta categoría, notificándolo en el archivo denominado, PLICA, junto a los demás datos.

8. El primer premio consistirá en: 300 € y diploma. Los accésits y el premio especial serán dotados con 150 € y diploma.

9. El plazo de admisión de originales terminará el 01 de junio del año 2022 a las                    24:00 horas de España.

10. El fallo será inapelable y se hará público durante la entrega de premios que tendrá lugar en Torresandino, en fecha y horario a determinar. Si el premiado no puede acudir por sus propios medios, queda autorizado para designar a un representante que asista al Acto de Entrega de Premios en su lugar.

11. el comité organizador, se reserva durante un año, exento de retribución suplementaria alguna a favor de los autores, el derecho en exclusiva de publicar y difundir por cualquier medio los trabajos premiados, si así lo considera pertinente.          Así mismo, también pasado ese plazo de tiempo, podrá publicar y difundir por cualquier medio, siempre con el generoso fin de contribuir a la expansión de obras literarias de valía incontestable, los trabajos premiados sin obligación de remuneración pecuniaria alguna a sus autores.                                                                          Por motivos de patrocinio, el comité organizador del concurso autoriza la publicación de las obras ganadoras, en la revista Archiletras. Las obras publicadas en esta prestigiosa publicación recibirán un complemento de 100 €.

12. Los ganadores del “VIII Concurso Literario Arsenio Escolar” deberán tener autorización del comité organizador, para cualquier acción que involucre a los textos premiados durante un año a partir de la fecha de la premiación.                                              Los premiados se comprometen a mencionar el Concurso cada vez que publiquen el texto por sí mismos, o a garantizarlo cuando autoricen que el texto sea publicado por otros medios.

13. El Comité Organizador de este Concurso y su Jurado no mantendrán comunicación alguna con los participantes respecto a sus textos, ni ofrecerán ninguna información que no sea el propio fallo recogido en el Acta Oficial de premiación.

14. La composición del Jurado Calificador será dada a conocer al hacerse público el fallo del certamen.

15. El hecho de concurrir al VIII Concurso Literario Arsenio Escolar” implica la total aceptación de estas bases, cuya interpretación se reserva el comité y el Jurado Calificador. . .

Para más información:

concursoaet@gmail.com

34 660468590

- * Listado de los pueblos

PUEBLOS DEL VALLE DEL ESGUEVA, Espinosa de Cervera, Valdeande, Santa María del Mercadillo, Pinilla Trasmonte, Bahabón de Esgueva, Santibáñez de Esgueva, Cabañes de Esgueva, Pinillos de Esgueva, Terradillos de Esgueva, Villatuelda, Torresandino, Villovela de Esgueva , Tórtoles de Esgueva , Castrillo de Don Juan, Encinas de Esgueva, Canillas de Esgueva, Fombellida, Torre de Esgueva, Castroverde de Cerrato, Villaco de Esgueva, Amusquillo, Villafuerte de Esgueva, Esguevillas de Esgueva, Piña de Esgueva, Villanueva de los Infantes, Olmos de Esgueva, Villarmentero de Esgueva, Castronuevo de Esgueva, Renedo de Esgueva ... 

PUEBLOS QUE COMPONEN LA RIBERA DEL DUERO BURGALESA, » Adrada de Haza » La Aguilera » Aranda de Duero » Anguix » Arandilla » Arauzo de Torre » Arauzo de Miel » Arauzo de Salce » Bahabón de Esgueva » Baños de Valdearados » Boada de Roa » Berlangas de Roa » Briongos de Cervera » Brazacorta » Cabañes de Esgueva » Caleruega » Campillo de Aranda » Castrillo de la Vega » Ciruelos de Cervera » Coruña del Conde » La Cueva de Roa » Espinosa de Cervera » Fresnillo de las Dueñas » Fuentecén » Fuentelcésped » Fuentelisendo » Fuentemolinos » Fuentenebro » Guma » Fuentespina » Gumiel de Izán » Gumiel de Mercado » Guzmán » Hinojar del Rey » Haza » Hontangas » Hontoria de Valdearados » La Horra » Hoyales de Roa » Huerta de Rey » Mambrilla de Castrejón » Milagros » Moradillo de Roa » Nava de Roa » Olmedillo de Roa » Oquillas » Pardilla » Peñalba de Castro » Pedrosa de Duero » Peñaranda de Duero » Pinillos de Esgueva » Pinilla Trasmonte » Quemada » Quintanarraya » Quintanamanvirgo » Quintana del Pidio » Roa » San Juan del Monte » San Martín de Rubiales » Santa Cruz de la Salceda » Santa María del Mercadillo » Santibáñez de Esgueva » La Sequera de Haza » Sinovas » Sotillo de la Ribera » Terradillos de Esgueva » Torregalindo » Torresandino » Tórtoles de Esgueva » Tubilla del Lago » Valcavado de Roa » Vadocondes » Valdeande » Valdezate » La Vid » Villaescusa de Roa » Villalba de Duero » Villalbilla de Gumiel » Villanueva de Gumiel » Villovela de Esgueva » Villatuelda » Zazuar » Zuzones

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